lunes, 29 de noviembre de 2010

Sollozos

Anoche me dormí entre sollozos.
Hoy me desperté entre sollozos.
Desayune entre sollozos.
Leí el diario fumándome un cigarrillo entre sollozos.
Creo que el día de hoy va a ser un día de sollozos.
Pero no de los que pesan o duelen. Sollozos de alegría Negra, de amor, de Aspen.
Sollozos que me genera un amor que aun está soñando enredada entre las sabanas de la cama. Ella sueña y yo la amo mientras sollozo.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Tres Deseos


Desde que nací hasta el día de hoy pude evitar cantidad de cosas. No pude evitar cumplir años. Me excede totalmente. Tampoco pude evitar que distintos integrantes de mi familia y amigos se organicen mediante llamados, mails, mensajes de texto y difusión de boca en boca, al mejor estilo conspirador, para estar alrededor de las 9 de la noche en mi casa. Fuera de los abrazos, los besos y algún mimo espontaneo que surja, es un día como cualquier otro. O eso al menos creía hasta hoy.
Luego de explayarnos casi en detalle, entre fosforitos y empanadas, sobre la rutina diaria de cada uno de los invitados, en qué andan, cómo va el proyecto tal, las parejas, y demases cosas que de tener algún tipo de trascendencia ya lo sabríamos, llega EL MOMENTO. Mezcla de juego y convención nace una vez más el fenómeno que se repite cumpleaños tras cumpleaños.
Alguno de los invitados, familiar o amigo cercano por lo general, echa una mirada cómplice a Madre, ella asiente, y en pseudo disimulo apaga la tecla de luz. Yo, cumpleañero, me sumo al juego demostrando una expresión de sorpresa mientras Madre se acerca a la mesa donde estoy con una torta, en general de frutillas con crema pastelera, coronada por dos velas encendidas. En ese momento los invitados y familiares comienzan a cantar juntos una canción en la que me desean felicidad acompañando el canto con sus palmas. Una cierta incomodidad empieza a apoderarse de mis pómulos. Sus caras sonríen, están felices, felices por mí. Se miran entre ellos y ríen. Todos ríen. Todos se contagian de alegría.
Cuando finalmente termina la canción se produce un silencio. Pero no un silencio hueco, vacio. Un silencio lleno de sonrisas, miradas, mimos, hasta que alguno de los invitados o familiares grita algo que hasta hoy nunca había tenido tanto sentido. “Tres deseos!”, grita. Tres deseos.
Siempre me pregunte por qué tengo que pedir tres deseos. Me parecía algo absolutamente arbitrario, impuesto, protocolar. Pero hoy entendí que no.
Es un momento realmente único, hasta mágico podría decir. Es el único momento en el año de una persona en que todos sus amigos y familiares se juntan, sonrientes y felices por uno y le piden que desee. No una vez. Tres veces! “Desea tres veces!”.
Son tres los momentos en la vida de una persona en los que muchas otras personas piensan en uno casi al unísono. La primera es el nacimiento. En un determinado día, en una determinada hora, minutos, segundos familiares y amigos están felices por la nueva vida que llego al mundo. El segundo momento es la muerte. Y el tercer, creo subestimado, momento es nuestro cumpleaños. Seres queridos con una sola idea revoloteando en la cabeza: Uno. Amigos y familia proponiéndote desear. Que pienses en vos mientras ellos contemplan felices, flechando energía por los ojos. “Deseá!”.
Es el único momento del año en que se te propone Desear! No es menor!
Lo que me di cuenta hoy es que si hay un día en el cual los deseos se pueden llegar a cumplir es en este día, mi cumpleaños. Porque no es un deseo que uno pide y se va. No. Es un deseo que están dispuestos a cumplir todos los que te están rodeando, mirándote bien fijo a los ojos… porque los hace feliz que vos estés feliz.

jueves, 4 de febrero de 2010

Saltamontes...


Para gritar sin ruido en un río con fondos turquezas
tomó sus rodillas y mirando entre ellas descubrió un saltamontes
Estático, alerta, desconfiado, paranoico
Simplemente lo miró
Contemplando cada parte de su verdoso cuerpo lo miró
No se puede decir que fuera una criatura bella, pero sí que era de lo mas atractiva
Sorprendido de su fe de invisibilidad lo desafió con un palito que descansaba a centímetros de él,
Intentó permanecer inmóvil pero la humillación fue demasiada y finalmente se movió, velozmente se movió.
Ese fue en el momento en el que le quitó la vida
No solo lo mató, sino que su perverso niño disfrutó de la agonia del pequeño saltamontes atravezado por un palito que descansaba a centímetros de él. Por una cuestión de respeto natural, claro, terminó enterrándolo ahí mismo; a centímetros nomas de donde descansaba al arma que le quitó la vida.
Recién ahí volvió a pensar en ideas, volvió a su masturbación racional.
Para gritar sin ruido en un río con fondos turquezas…